lunes, 15 de abril de 2024

 

Carmen Virginia Carrillo

 

RODOLFO IZAGUIRRE, UNA AVENTURA QUE COMIENZA

EN LOS AÑOS CINCUENTA

         (Texto publicado en El Papel Literario de El Nacional el 21 de enero de 2024)


Conocí a Rodolfo Izaguirre en la década de los noventa, en Trujillo,  lo había invitado el cine club Tiempos Modernos, del Ateneo de Trujillo, al estreno de Bolívar, ese soy yo, de Edmundo Aray. En aquella época, estas instituciones mantenían una cartelera de actividades culturales amplia y variada. Era constante la presencia de personalidades destacadas del ámbito nacional e internacional. Varias veces nos visitó Izaguirre, en la Universidad de los Andes, Núcleo Trujillo. Con su talante  siempre ameno, lleno de anécdotas e información valiosísima, cautivaba a profesores,  estudiantes y cinéfilos. 

Recién comenzaba mi investigación sobre  la poesía venezolana de los sesenta, así que aproveché sus visitas para entrevistarlo. Rodolfo había participado en los grupos artístico-literarios más importantes de aquella época: Sardio y El Techo de la Ballena, su testimonio y su visión de los acontecimientos eran de gran valor para mi proyecto. Recuerdo que me llamó la atención su humor inteligente, su capacidad de asombro, su entusiasmo por el cine y la literatura, su  juicio crítico y su memoria enciclopédica.

Me habló de su juventud, de su pasión por el cine, de Sardio y El techo de la ballena, del país. Este año cumple 93 años y celebramos su vida agradeciéndole su inmenso aporte al cine y la cultura venezolana.

De esa gran  aventura  que ha sido la vida de Rodolfo Izaguirre queremos recordar algunos momentos:

París, La Sorbona y la cinemateca

Izaguirre viajó a París para estudiar derecho en la Universidad de la Sorbona, llevaba el entusiasmo de todos esos jóvenes latinoamericanos que sentían que París era el centro cultural  del mundo. Sin embargo, el ambiente universitario le resultó anticuado, “medieval” y autoritario, las clases y el entorno, poco estimulante.  En el trayecto que realizaba a diario desde su residencia hasta el aula de clase, pasaba por la cinemateca francesa, y esto cambió su destino.

Así recuerda su primera incursión en lo que sería su lugar favorito de la capital francesa:

  Un día —es lo que se llama torcer el rumbo de una vida—, en lugar de seguir hacia la universidad me metí a la cinemateca.  Friedrich  Rosif —quien luego va a ser un gran cineasta— era portero allí.  Cuando uno llegaba allí veía las maquetas que había construido George Melié para sus Viaje a la luna y Los elenitas, veía en aquellas películas una cultura pura, alemana, francesa, danesa y aquello fue para mí una verdadera fulguración, una revelación de algo realmente insólito.  Me quedé allí, no volví más a la universidad —sin saber que años más tarde me iba a tocar dirigir una cinemateca aquí en Venezuela.  Desde ese momento no volví nunca a salir de una sala oscura de películas, y mucho menos del cine.”


A su regreso al país,  sintió la necesidad de desaprender todo lo aprendido en Europa, de conocer su propia historia, su cultura, y descubrir lo mágica, sorprendente y enigmática que era su tierra. Sin embargo, el bagaje cultural que traía consigo no solo no se perdió, sino que  le permitió entender los procesos sociopolíticos que se vivían en el país y hacer aportes importantes a nivel cultural, particularmente en el ámbito cinematográfico.


Jóvenes rebeldes con Sardio

A mediados de los años cincuenta, comienzan a llegar a Caracas jóvenes de todas las regiones del país, iban a cursar el último año de bachillerato, ya que éste solo se podía estudiar en los liceos de Caracas. Coincidieron en el liceo Fermín Toro y también en la Universidad Central, entre otros,  Adriano González León, Luis García Morales, Carlos Contramaestre, Salvador Garmendia, Guillermo Sucre Figueredo, Gonzalo Castellanos, Elisa Lerner y Rodolfo Izaguirre, el caraqueño del grupo. Eran los años de la dictadura militar del general Marcos Pérez Jiménez, la censura dominaba, pero los unían  inquietudes literarias, artísticas e ideológicas y el gusto por la bohemia. El café Iruña se convirtió en el lugar de encuentros; más adelante, conformaron un grupo a partir de sus afinidades en gustos e intereses. En 1957, abrieron una galería-librería donde realizaban exposiciones y conferencias. En este espacio se reunían artistas plásticos, escritores y gente del cine. Sardio auspiciaba la integración de las artes.

Las ideas del filósofo francés Jean Paul Sartre fueron fundamentales para la concepción ideológica del grupo. Los sardianos se consideraban afiliados a un humanismo político de izquierda y demostraban su compromiso activo con la cultura. Los guiaba el deseo de cambiar al país, de modernizarlo.  

Para Izaguirre, “Sardio fue una expresión natural de la insurgencia de muchos jóvenes contra la situación política y el mundo literario de entonces”. Impugnaban la tradición, particularmente la literatura costumbrista, incluyendo a Gallegos. Estaban deslumbrados por la literatura europea, a la que consideraban más universal, y abogaban por la libertad que era considerada el más importante de los valores, tanto en lo artístico como en el político y lo económico. Para los sardianos no había arte auténtico sin libertad.

Al igual que sus compañeros, Izaguirre mantuvo la postura crítica, polémica y cuestionadora que caracterizaba a esta nueva generación artistas y escritores.  Su mayor aporte a Sardio lo constituyen los ejercicios de crítica cinematográfica.  En reiteradas oportunidades ha comentado que se hizo escritor para explicar con palabras la maravilla de las imágenes cinematográficas. Dominar la lengua, afinar el discurso, dibujar con palabras, continúan siendo, más que su oficio, su pasión. El cine le interesaba particularmente en tanto forma de arte que permite “crear una ilusión de realidad a veces mucho más densa y más corpórea que la propia realidad”.

Los sardianos se consideraban hijos de Rimbaud, leían a Saint-John Perse, Tristán Tzara, Durremat, realizaban juegos surrealistas, cadáveres exquisitos. Realizaron traducciones de escritores franceses y las publicaron. La influencia francesa era  muy mal vista por la militancia política de ese momento, particularmente por la juventud comunista los acusaba de afrancesados.

Izaguirre participó en el primer comité de dirección de la revista Sardio. Tres años más tarde, fue uno de los redactores  del octavo, polémico y último número de la revista, en el cual se divulga el pre-manifiesto de El techo de la ballena, que marcaría la escisión del grupo. Los integrantes más cercanos a la izquierda pasaron al grupo que recién se anunciaba.

En junio de 1961, Sardio se disuelve y los que pasan a conformar El techo de la ballena, se radicalizan. El nuevo grupo es más contestatario, cuestiona los cánones culturales existentes y propone una ruptura drástica con las estructuras de dominio.

Si bien Rodolfo se mantuvo vinculado a los balleneros, no lo hizo desde la dirigencia, ni con gran protagonismo, pero si participó en los juegos irónicos que crearon los balleneros, entre otros,  los denominados falsarios, una forma de  subversión que  ponía en cuestión la noción de autor: creaban pequeñas  trampas a los lectores: inventaban escritores, libros, como el supuesto Libro Cuarto de la Hechicería. Iban en contra de la autoría, desacralizaban el valor que se le solía dar al escritor, restándole importancia. Imitaban los estilos de otros con la intención de demostrar que la persona no es tan determinante para su producción artística.

Entre muchos de los textos de falsa autoría, es famoso un artículo sobre Juan Rulfo que fue publicado, en Sardio nº 8, como de Rómulo Aranguibel, quien estaba en ese momento en París, y en realidad había sido redactado por  Rodolfo Izaguirre y Salvador Garmendia. Esa osadía molestó considerablemente a Aranguibel.  

A través de esta actitud lúdica demostraban su rebeldía, cuestionaban y se burlaban de todo, incluyéndose a sí mismos La provocación fue otra de las estrategias utilizadas por los balleneros, también utilizada por otros movimientos neovanguardistas del continente.

En 1966 publicó el libro de ensayo El cine venezolano y la novela de ficción urbana, Alacranes que sería galardonada con el premio José Rafael Pocaterra, de la Universidad de Carabobo en 1968.  De Alacranes ha dicho Edilio Peña:

Lo novedoso de la novela es que la memoria no es tratada como un sembradío de recuerdos para rescatar del olvido, o recomponerlos para que no se extravíen. (…) La novela es una pieza de horror, tratada con una exquisita prosa. El horror del mal es purificado por la estática armoniosa del narrador. Paradójicamente, la novela Alacranes se convierte en obra emblemática de los desvaríos mentales, en los que ha sucumbido tanto la Venezuela de ayer, como la del presente. Cundida de alacranes.

  

La Cinemateca Nacional de Venezuela

En 1966, Margot Benacerraf fundó la Cinemateca Nacional de Venezuela y, dos años después, Rodolfo Izaguirre fue nombrado director, allí llevó a cabo una extraordinaria labor como gerente cultural realizando un extraordinario trabajo, no solo de difusión, proyectando películas nacionales y extrajeras a un público muy variado, sino también  una labor pedagógica cuya repercusión llega hasta nuestros días. Apoyó y  defendió el cine venezolano dentro y fuera del país.

Durante treinta años nos deleitó con su microprogama de difusión cinematográfica: El cine, mitología de lo cotidiano, en la Radio Nacional de Venezuela. En el año 2020 le fue otorgado el muy merecido Premio de Honor de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Venezuela, como reconocimiento a su labor. Han pasado seis décadas desde que el joven caraqueño se enamoró del cine, incursionó en la literatura para hablarnos del  séptimo arte y nos enseñó su valor.

 

La columna de los domingos.

En la actualidad, y desde hace ya unos cuantos años, Rodolfo Izaguirre escribe los domingos en El Nacional. Su posición crítica ante la realidad venezolana sigue presente.  Si bien sus textos mantienen incómodos a ciertos sectores, resultan un verdadero deleite para sus asiduos lectores, quienes lo esperan con fervor y admiración. En su prosa cargada de fina ironía, cada detalle o acontecimiento cotidiano da pie a la reflexión. Su  actitud comprometida, su humor sostenido y su inmensa capacidad imaginativa convierten las anécdotas y los recuerdos en textos extraordinarios en los cuales la memoria sirve de pretexto para cuestionar el presente. Así, nos habla de Belén, de los helechos de su jardín, de los hijos, de las viejas amistades, de poesía, de la actualidad política, o de cualquier hallazgo fortuito.

Recientemente publicó el libro Lo que queda en el aire,  un poema de amor en el que revive la vida conyugal y familiar con Belén Lobo. Un nuevo proyecto lo anima: escribir sobre su vida.

Estas palabras, que cierran un artículo suyo titulado “Mi propia naturaleza”, nos retratan las virtudes de este gran venezolano, que nos sigue cautivando con su verbo:

“Me distancio y rechazo a quienes se degradan a sí mismos al abrazarse a la ignominia o pervertirse en el autoritarismo; adoro a mis amigos que igualmente me valoran y estiman y por fortuna supe a tiempo que el arte no solo es un sálvese quien pueda sino una gran mentira que se transforma en la única verdad que reconoce mi propia naturaleza.

¡No sé qué es la felicidad, pero conozco el camino que lleva hacia ella!”

Este es Rodolfo Izaguirre, un intelectual de gran altura, ciudadano de firmes convicciones democráticas, un hombre noble.

              

lunes, 16 de mayo de 2022

Temporal, de Carmen Leonor Ferro. (Reseña)

 Carmen Virginia Carrillo

 



 

 

Temporal, de Carmen Leonor Ferro recién publicada por LP5editora,  reúne poemas ya publicados  y poemas de sus libros inéditos La caja, El ayunador, Fragmentos del espejo, Cinco noches.

En sus versos, Ferro rememora de las vivencias  migratorias de sus ancestros a tierras americanas, y las suyas hacia los orígenes, Italia. Nos habla de la incertidumbre, las dificultades de adaptación a otra cultura y otra lengua, del intento de preservar la identidad aun cuando las convicciones comienzan a cuestionarse y la identidad se resquebraja. 

 El acercamiento a la palabra se convierte en un ejercicio afectivo, imaginativo y liberador a través del cual el vacío y el desconsuelo ceden paso a la comprensión. El poemario abre con el viaje, que inicialmente surge como un sueño. El trayecto hacia el origen se configura a partir de la imagen de un libro regalado por los abuelos “que describía/ el mar de un pueblo/ pequeño y pobre/ del sur de Italia”. Travesía personal y poética cuyo escenario, “una bruma helada/ cayendo en el mar”, da cuenta de espacios familiares y objetos preciados, la casa, la mesa donde se comparte el alimento. Es el viaje al territorio de la memoria, a las profundidades del ser.  

En los poemas seleccionados de Acróbata, el sueño se representa como espacio de múltiples posibilidades, aterrador y magnífico. A través del sueño, el yo lírico viaja en el tiempo, es a la vez uno y otro, pleno o incompleto:

“y allí no había distancia

entre yo

 – solo, incólume, perfecto –

 y ambos

 – indiferenciados, poderosos, ciegos –”. 

 

Dar saltos, mostrar las habilidades, caminar por la cuerda floja, ejecutar prácticas gimnásticas, podría ser la metáfora de la vida del extranjero, pero ¿acaso no es también la escritura un ejercicio acrobático?  ¿Y la traducción esa cuerda floja sobre la que el traductor se desplaza con precario equilibrio?

La lengua configura y dirige el pensamiento, es determinante en la conformación de la identidad. La lengua materna nos relaciona con lo propio, nos conecta con los orígenes, con la infancia, y constituye la marca a la que siempre retornamos. El encuentro con otro idioma, de distinta sonoridad y tesitura, constituye una experiencia límite. La traducción marca la diferencia entre lo familiar y lo extraño, entre lo propio y lo ajeno.  Y de esto nos habla el yo lírico en los poemas de Subjuntivo.

El oficio no se limita al lenguaje, también las vivencias tenemos que traducirlas cuando decidimos compartirlas con los otros. Así dirá la autora:

 “Como las lenguas

 las historias personales se traducen

 al llevarlas a otros mundos

así tenemos que imaginarlas en claves diferentes

reestructurar el orden de las apariciones

 volver a plantear las etimologías

…”

 

Sin embargo, algo se escapa en la traslación, dejando entrever la dificultad de ser en otra lengua, de ahí la necesidad de “evadir la tarea de traducirlo todo”.   

Reflexión metapoética que establece analogías y diferencias entre las lenguas, la gramática, la poesía y la vida. El poema se convierte en el espacio ideal para pensar las posibilidades y las complejidades de la escritura y la traducción. Conjunción entre teoría y práctica, poesía y poética

En oportunidades, el silencio pareciera imponerse:

“una mudez que no busco

 signa mis encuentros y mi propósito de escribir

 y un vacío que no es inexpresión se impone

 a mi necesidad de ordenar”


Precarios nos habla de vidas anónimas y discontinuidades, de patrimonios perdidos, de la muerte, tema que aparece a lo largo del libro y que ocupa lugar central de La caja. La muerte de la hermana es descrita a partir del profundo vacío que deja la ausente. Las palabras intentan exorcizar el dolor de la pérdida. El silencio de la muerte, que es indecible e inspira temor y angustia, es superado por la palabra que rescata del olvido las memorias más preciadas. Para ello es necesario “imaginarlo todo de nuevo/ devolver la cinta/rehacer los diálogos/rescatar cada imagen del foso”

En El ayunador, los rituales domésticos, particularmente los de la comida, dan cuenta de la dinámica familiar. La rememoración permite reunir fragmentos del pasado en un intento de dar sentido a la existencia. El yo lírico se presenta como “espacio en blanco… intervalo entre formas… molde… ilusión de aparecer”

En La ruptura del espejo reaparecen las temáticas de la muerte y el sueño. Estos poemas, que hablan de los días del confinamiento, “eran días en que el orden suplantaba el deseo/ y contar los pasos que había entre la cocina y el pasillo”, metaforizan el resquebrajamiento del ser recluido en la imagen del espejo roto: “el cúmulo de trizas…. inquietantes agüeros”. 

La antología cierra con seis poemas del libro Cinco noches. A partir de anécdotas compartidas con Giuseppe, un alumno de español, la autora explora la palabra “despecho”, sus sonoridades, significados y diferencias entre el italiano y el español, para, desde ahí, hablar del desapego y del intento de echar raíces:

“me permito aburrirme

            en italiano

            que se convierte en casa

            y se cuela

            en los intersticios y en las enunciaciones

            en lo que no se ve”.

 

               Escritura autobiográfica, nostálgica, que rescata los pequeños espacios donde han quedado inscritos los más importantes recuerdos. Pérdidas, búsquedas, encuentros y desencuentros, añoranzas se van acumulando en este viaje espacial y temporal que recrea imaginariamente la historia familiar.  

Y, sobre todo, la experiencia de la extranjería, el vivir en otra lengua y ser a través de la traducción, condición en la que conviven la realidad y el sueño, la palabra y el silencio, la luz y la oscuridad, y en el medio de todas ellas, la frontera, esa línea, a veces invisible, que las separa.

 

 

domingo, 10 de abril de 2022

En la desnudez de la luz, brevísima antología arbitraria.

 Carmen Virginia Carrillo 

Reseña




En la desnudez de la luz, brevísima antología arbitraria, compilada y editada por  Gladys Medía,  reúne una selección de textos  de  quince poetas venezolanas, nacidas en los años sesenta, que comparten la percepción de la escritura poética como una experiencia   íntima y de autoconocimiento. No solo las une el hecho de ser mujeres, profesionales con destacadas  trayectorias  en distintos ámbitos, en particular el ámbito editorial, sino también una serie de circunstancias que, generacionalmente, les tocó vivir en un país con una crisis política, social  y moral que se ha prolongado por más de veinte años y  ha intensificado la precariedad de la existencia forzando a una diáspora que no cesa.

En la obra de estas destacadas poetas,  encontramos recurrencias temáticas de carácter universal, tales como el dolor, la muerte, la rememoración de la infancia, la casa como espacio de seguridad y cobijo, el viaje y la otredad.

Las descendientes de emigrantes nos hablan de las memorias heredadas de sus ancestros, del desarraigo, la melancolía, el bilingüismo y la transculturalidad , a la vez que  buscan reivindicar el patrimonio cultural de los ancestros a través de la palabra.

Para las escritoras que emigraron, Carmen Leonor Ferro, Geraldine Gutierrez-Wienken, Claudia Sierich, Belen Ojeda, Gina Alessandra Saraceni Carlini, Eleonora Requena la poesía se convierte en el espacio de consuelo.  Lo versos describen las dificultades que conllevan los desplazamientos: el desarraigo, las pérdidas,   pero también la solidaridad. Todo ello como parte de una narrativa autobiográfica que habla de la condición de extranjería e insiste en  la necesidad de preservar la memoria, como parte fundamental de la búsqueda de la identidad.

El exilio no solo ha sido experimentado por las escritoras que se fueron del país, las que han permanecido en Venezuela han padecido una especie de exilio interior  y encuentran refugio en la escritura. La nostalgia por una Venezuela que dejó de existir, las ausencias y añoranzas familiares  están reflejadas en estos poemas que, en oportunidades, funcionan como una forma de  resistencia. Un discurso poético que intenta preservar la identidad para que no se desvanezca en el olvido, que retrata con palabras los espacios habitados, las memorias  fundamentales, que está consciente de la pérdida del espacio de protección, de la patria.

Estamos ante un imaginario poético de amplio espectro, que, por otro lado, se ocupa de reflexionar sobre la lengua,   el oficio de la escritura, y  la traducción. Diálogo de las poetas consigo mismas  y con otros a los que se interpela.

Poéticas novedosas que buscan condensar significativamente los estados emocionales, llegando incluso a la mínima expresión, como es el caso de Wafi Salih con sus poemas brevísimos, y sus haikú.  Prosaísmo, discontinuidades, sugerencias simbólicas, resonancias melódicas, omisión de los signos de puntuación o uso arbitrario de los mismos, el tratamiento del espacio en blanco como elemento significativo, son algunas de las estrategias discursivas que exploran las poetas.

De esta generación de mujeres comprometidas con sus raíces foráneas, y reunidas en esta antología, Sonia Chocrón,  Jaqueline Goldberg y Victoria Benarroch, comparten el origen judío,  identidad religiosa  que define una visión del mundo condicionada por el sufrimiento y la angustia existencial consecuencia del miedo, la indignación y el sufrimiento causado por la infamia vivida por los ancestros.

Kira Kariakin, Wafi Salih, Yoyiana Ahumada Licea, nos hablan de las memorias de sus ancestros emigrantes. Desarraigo, nostalgia, melancolía, bilingüismo y la transculturalidad constituyen  núcleos semánticos fundamentales.

La espiritualidad, el misticismo y la imaginería religiosa están presentes en la obra de Patricia Guzmán, María Antonieta Flores, Carmen Verde.

En los versos de Sonia Chocrón, Carmen Verde y María Antonieta Flores  se desmitifica el rol asignado a la mujer y se propone una subjetividad femenina que registra sensaciones y explora un discurso gozoso ligado a la sensualidad y la atracción erótica. Estamos ante una expresión del erotismo subversivo, liberador que exalta lo orgiástico.

El oficio de traductoras, que muchas de ellas realizan, se complementa con  la reflexión metapoética ofreciéndonos una imagen de una generación, un país, unas circunstancias que a todas atañe y que cada una metaforiza de  manera particular.

Los poemas  reunidos en la antología dan cuenta tanto de las particularidades como de los elementos coincidentes en los trabajos poéticos de sus autoras. La extranjería, el bilingüismo y la transculturalidad constituyen  núcleos semánticos fundamentales, que a su vez tejen tramas dialógicas con consideraciones sobre el ser.  

 La antología se puede descargar de forma gratuita en la página web de LP5 Editora: http://lp5.cl/?p=2963

lunes, 16 de noviembre de 2020

INMOVIL DURE EL ALBA DE FERNANDO BIRRI, LA ESCRITURA DE LA AUSENCIA

 

 Carmen Virginia Carrillo


                                                                Foto Carmen Virginia Carrillo

Carmen Virginia Carrillo

 

"Saber  que no se escribe para  el otro, saber que esas cosas que voy a escribir no me harán jamás  amar por quien amo, saber que la escritura no compensa nada, no  sublima nada,  que  es  precisamente   ahí donde no estás: tal es el comienzo de la escritura."

Roland Barthes.

 

 

 

                      La  desgarradura  del  amor es  desvivirse  por  el  otro, entregarse por completo, disolverse en su piel, en su  discurso, en su pensamiento. Oscilar entre el goce y la angustia. El amante   se anticipa el abandono,  se regodea en la nostalgia  de  la pérdida, dialoga con su dolor. Todo esto  parece conjugarse  en  Inmóvil dure el Alba, diario di una  stagione  amorosa Roma 1965/66 de Fernando Birri.

            Birri   recurre a la imagen poética para revivir el  ciclo vital  de  una pasión sentenciada   al olvido.  Proyecta   en  la palabra las particularidades de su afecto, el abismo de su desesperanza,  la intensidad de los gestos compartidos. El  Yo  lírico habita  estático  en  el desamparo, sufre la  impaciencia  de  la espera, invoca al otro y le dirige  su desgarrada alocución.

          En  Fragmentos  de un Discurso Amoroso, Roland  Barthes nos dice:  "querer escribir el amor es afrontar el embrollo del  lenguaje:  esa  región  enloquecida donde el lenguaje es  a  la  vez demasiado y demasiado poco, excesivo (por la expansión ilimitada del yo, por la sumersión emotiva) y pobre (por los códigos  sobre los  que el amor lo doblega y lo aplana)."  Fernando Birri  asume este  reto  e intenta sublimar  el deseo, vencer  los  límites  del lenguaje  y describir, desde un imaginario que se  articula  como  el  soporte analógico de lo inefable, la infinita  necesidad  del  amado:


Sobre las dunas, amor, sobre las dunas, bajo las dunas, amor, bajo las dunas

se preparaba:

en su memoria

nos enterraba otra vez

y donde ayer estaban

dunas de ayer,

hoy ya no hay nada

y nadie sabe

-ni el mar del Sur

ni el convento maldito-

si volverán mañana.

 

Dunas somos, amor,

y voladoras.

 

Pregunta por qué al viento,

separadas.

         

La relación amorosa se percibe como el eco sombrío de  instantes  detenidos.  Dimensión espacio-temporal  de  presencias  y ausencias, encuentros y separaciones.

 

No tiembles

si me asomo indeciso

en tu mirada.

 

Hoy es ayer

mañana ya no existe

 

inmóvil dura el alba.

         

En  el poemario, la memoria  se metamorfosea en la imagen  de elementos cambiantes, huidizos. El agua, el viento, la arena,  no sólo representan los espacios afectivos por excelencia, sino  que también dan cuenta del implacable discurrir del tiempo, ese estar pero sin ser los mismos: 


yo, llorando

absurdamente

porque los días después

porque los años...

 

y ahora en fin...

 

aquí me tienes, ya ves

grabando esta carta de amor

que

no oirán tus manos

 

 

...

 

qué difícil

llegado a esta edad

qué difícil

abrir las ventanas a la tolvanera

         

La  distancia que separa al sujeto del objeto amado  es  el motivo de la desesperación. Saber del otro es calmar la incertidumbre  que provoca la ausencia, es recibir una muestra  de  su reciprocidad:



Aticé el fuego,

velé

 

...

 

 

Abro los ojos

-segundos, noches, siglos?-

estás

llamándome al teléfono:

"estoy aquí"

           

En  el pasado se deslizan los apasionantes momentos   de  la confidencia, del cuerpo compartido. El poeta mira hacia atrás con melancolía,   exalta la inconformidad ante la  pérdida,  mientras  se debate entre el desapego  o la consagración del amor.

Una  frase fechada funciona a modo de epígrafe en  veintiuno  de los veintitrés poemas que componen el libro. Estos  enunciados se  convierten en un punto de referencia imprescindible  para  la construcción del sentido de los textos. En oportunidades, el poema se  vuelve  eco que amplía el sentido de la frase; en  otras,  la contradice  o responde; alusión a situaciones o estados  emotivos que  dialogan entre sí, fragmentos y resquicios que proyectan  un mundo privado hacia el infinito colectivo del lector anónimo.   

                                    Sabelo

 

                          Callo. (9-1)

 

Quién me quita del cuello

la soga de estas lágrimas,

 

que tu nunca sabrás?

 

          El poema refleja el enigma que se resuelve en el ciclo de la vida,  atemporalidad que trasciende los acontecimientos. El  hablante  busca  reintegrarse a la totalidad  primigenia  y,  desde allí,  superar la fugacidad de su existencia en la permanencia de la palabra:


In memoriam

    

          El tiempo, epitafio. (13-III)       

 

Así corre mi amor

las cuatro lunas, la marea,

y esta serenidad

parecida al olvido.

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

BARTHES, Roland. 1993. Fragmentos  de un Discurso Amoroso. México: Siglo XXI.

 

BIRRI, Fernando. 1995. Inmóvil dure el Alba, diario di una  stagione  amorosa Roma 1965/66. Mérida:   Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano - Capítulo Mérida